Nicéforo Velasco Rodríguez
Nicéforo Velasco Rodríguez fue un socialista histórico, referente de la izquierda en toda la provincia de Valladolid. Había nacido en Trigueros del Valle el 25 de febrero de 1886, y aunque estudió la carrera de Veterinaria en Madrid, puede decirse que toda su vida se desarrolló en la ciudad de Valladolid, donde ejerció su profesión y sus negocios a la vez que militaba activamente en la Agrupación Socialista y era miembro destacado de la Casa del Pueblo.
Hombre brillante y estudioso, aprobó en 1924 una oposición y pasó a ocupar el puesto de Inspector Veterinario del Ayuntamiento de Valladolid; y tres años más tarde ganó la oposición para ocupar la misma plaza en la Diputación.
En una época en la que los animales de tracción eran fundamentales para la economía agrícola y para el transporte, la carrera profesional de Velasco, unida a su ideología socialista le granjeó numerosas enemistades, aunque nadie pudo acusarle de nada al ser su trayectoria completamente intachable.
Aun siendo así, en 1933 fue denunciado en el Colegio de Veterinarios por supuestas irregularidades en las jornadas de trabajo de los herradores, pero esa denuncia no llegó a nada al demostrarse su falsedad.
Estas enemistades dentro de su propia profesión le acarrearían años más tarde problemas graves, ya que su compañero, el Jefe de Veterinarios Municipales Siro Azcona sería uno de los denunciantes de Velasco.
Mientras tanto, Nicéforo Velasco se ocupaba activamente de la política socialista en la ciudad, siendo muy conocido y querido en toda la provincia. Desde el primer momento fue una figura fundamental en la Casa del Pueblo de la ciudad, avalando los pagos de la misma con su propio patrimonio. Sus compañeros confiaban en él: los documentos relativos a esta propiedad, de gran valor, se hallaban en su poder.
Se desconoce si estuvo en la Casa del Pueblo en la noche del 18 al 19 de julio; en todo caso, fue juzgado en la Causa 102, precisamente la que trató de los ocupantes detenidos.
Nicéforo se ocultó desde esos momentos en vista de la represión ejercida contra la izquierda vallisoletana. El, como los demás ciudadanos comprometidos, fue buscado, pero no lo encontraron.
De inmediato se inició un expediente administrativo contra él, instruido por el diputado provincial Mariano Silva, ejerciendo como secretario Graciano Cardenal.
El día 5 de agosto se presentó en su domicilio de la calle Zapico 9-2º un funcionario de la Diputación para pedir explicaciones a su esposa Dorotea Olmos acerca de la falta de asistencia de Velasco a su puesto de trabajo. Ella respondió que faltaba de su casa desde el 18 de julio, sin que la familia tuviese noticias suyas desde entonces. Dos días después se propuso en la Diputación la destitución de su cargo.
El día 19 de agosto de 1936, Nicéforo Velasco fue detenido sin que se sepan las circunstancias de la detención. Ese mismo día se publicaba en el Boletín Oficial dela Provincia una requisitoria acerca de su paradero.
A partir del momento de su detención fue interrogado con suma dureza en la sede del Gobierno Civil. Posiblemente intentaban sonsacarle información acerca de la tesorería y otros datos contables de la Casa del Pueblo. Fue torturado y las huellas de los malos tratos fueron vistas por los presos de la Cárcel Nueva, a donde fue conducido tras los interrogatorios. Según Ángel Galván, espectador en primera fila, “lo habían deshecho a golpes”. Se trataba de un hombre de baja estatura con un problema óseo que le producía una joroba en la espalda. Los golpes de los verdugos se dirigieron a esta zona dolorosa, siendo los malos tratos de tal calibre que no pudo hablar en la prisión a causa de su estado.
Allí lo mantuvieron preso hasta la celebración del juicio sumarísimo en el que lo acusaron de rebelión militar condenándolo a muerte.
Su fusilamiento se produjo en las Cascajeras de San Isidro en la madrugada del 23 de septiembre de 1936.
Antes de ser fusilado se le notificó la destitución de todos sus cargos, sanción propuesta y acordada por sus propios compañeros de trabajo y profesión.
Pese a ser autor de decenas de artículos y varios libros profesionales, su figura no ha sido reivindicada, y sus restos terminaron en una fosa común del cementerio de la ciudad por la que tanto trabajó y que tan mal lo trató.