(Fragmento del libro de Orosia Castán: “Tudela de Duero, los años desconocidos”, de inminente aparición)

Dos días decisivos

El sábado 18 de julio de 1936 amaneció con inquietud en Tudela de Duero. Terminaba una semana repleta de problemas laborales, con una huelga convocada en el momento de la cosecha, entre rumores de un posible alzamiento militar contra la República.
A primera hora de la mañana el alcalde Pablo Arranz Sanz habló por teléfono con el gobernador civil, Luis Lavín Gautier, para recabar información acerca de la situación y pedir orientaciones en caso de que el golpe se hiciera efectivo (….) quien se limitó a recomendar a todos los alcaldes que se concentraran en los ayuntamientos y Casas del Pueblo con la gente de su confianza y que vigilaran y desarmaran a los elementos de derechas sospechosos de originar problemas.

Disparos ante la Casa del Pueblo

Hacia las siete de la tarde, Gregorio Martín de 17 años, estudiante, falangista, hijo de uno de los mayores propietarios del pueblo, Fausto Martín Méndez, pasó ante la puerta de la Casa del Pueblo, donde se hallaban reunidos varios jóvenes a la espera de noticias.

Pablo Zapatero, uno de los jóvenes que estaban en la puerta, creyó ver que Gregorio llevaba un arma bajo su camisa ligera de verano y le exigió que se acercara. Gregorio se negó; otros chicos se acercaron y entonces sacó la pistola que efectivamente llevaba y disparó varias veces alcanzando a Mariano Muñoz Vela “Margallo” y a Julio Ortega Muñoz “Pajarito”, quienes cayeron heridos al suelo. Se produjeron momentos de terror y confusión. Los que estaban reunidos bajaron las escaleras a toda carrera y salieron a la calle, dirigiéndose unos a sus casas y otros a la captura del agresor, que salió corriendo hacia la plaza y se refugió en casa de un tío suyo que era farmacéutico.

Los heridos fueron atendidos en los primeros momentos por el médico del pueblo Ceferino Olmedo, que además era tío del agresor, y el día siguiente ingresaron en el Hospital de la Resurrección, en la capital vallisoletana.
La gente se arremolinó en las calles. Había confusión acerca de los heridos y los autores del hecho, y cuando se supo que había dos heridos de bala, la indignación aumentó.

Hacia las nueve de la noche se produjo otro incidente: los vecinos escucharon gritos y ruidos, y vieron cómo un grupo de gente perseguía a Adalberto Olmos conocido como “Cogezano”, que iba huyendo junto con otro hombre. Al llegar a la altura del corral de Pedro Juste, ambos saltaron la tapia y se refugiaron dentro. La gente se arremolinó en la puerta y en ese momento los que estaban dentro hicieron dos disparos que afortunadamente no hirieron a nadie. Los que estaban en la puerta avisaron a los guardias, que se presentaron de inmediato. Los dos hombres salieron y los guardias los condujo al calabozo sin que nadie les pusiera una mano encima, según ellos mismos reconocerían después.

Recogida de armas y detención de derechistas

El tiroteo de la tarde del sábado en plena Calle Mayor aumentó el nerviosismo y la crispación de todos los vecinos, por lo que el alcalde Pablo Arranz puso en marcha las medidas propuestas por el gobernador civil y se reunió con un grupo de hombres de su confianza, entre los que estaban Modesto Velasco Acebes, presidente de la Sociedad de Oficios Varios, Fortunato Román Abad, presidente de la Sociedad Agraria, Crescencio Juárez y otros, todos ellos socialistas y pertenecientes a la Casa del Pueblo, a los que comunicó las instrucciones del gobernador. En la reunión se determinó la confiscación inmediata de las armas que estaban en posesión de los derechistas más problemáticos, aquellos que por sus antecedentes pudieran representar una amenaza en aquella situación.
Además enviaron al cercano ayuntamiento de Aldeamayor a dos muchachos, Julio Peñalva Herguedas, de 16 años y Decoroso Sánchez Mambrilla, que se desplazaron hasta allí en bicicleta para trasladar al alcalde de esa localidad las instrucciones del gobernador civil (……..)

Patrullas nocturnas

El plan de defensa organizado por el alcalde Pablo Arranz y sus colaboradores tenía dos partes: el desarme de los elementos derechistas que podían suponer un peligro y las patrullas de vecinos, dispuestas en los accesos del pueblo, cuya función obligatoriamente se habría de circunscribir a la vigilancia, ya que no disponían de armas ni de capacidad defensiva.
Los vecinos formaron dos grupos de unas cincuenta personas cada uno cuya finalidad era la de montar guardia en las dos zonas más peligrosas: la entrada y la salida de la carretera que atravesaba Tudela de parte a parte. Estos dos grupos estaban formados por hombres, mujeres y ancianos, dispuestos a impedir que los golpistas tomaran el ayuntamiento (….)

Uno de los grupos se apostó en la carretera a Valladolid, al abrigo del Pinar Pequeño, que rodeaba las ruinas de la antigua ermita de San Roque (conocida popularmente como la ermita de la roña), aproximadamente donde hoy se encuentra el supermercado. El otro grupo se apostó a la salida del puente, controlando de esa forma los dos puntos de entrada al pueblo.
Las armas que llevaban se reducían a las herramientas agrícolas que tenían en sus casas, aunque en el juicio fueron acusados de portar armas de fuego, lo que no pudo ser demostrado.