La vida después
La sublevación militar no sólo terminó con las esperanzas de mejora que la República había suscitado entre los ciudadanos: arrojó al país entero a un infierno de miseria, represión, miedo y dolor.
Es muy difícil cuantificar las pérdidas materiales y morales, aunque está claro que la hazaña de los derechistas no solo no “salvó a España”, como ellos argumentaban, sino que la destrozó, destruyendo las mejoras en la enseñanza, los avances sociales, encarcelando y matando a los productores, enviando al exilio a las mentes más preclaras… En definitiva, originando un retraso en todos los campos, retraso que a fecha de hoy todavía es palpable.
Las detenciones, juicios y asesinatos continuaron durante bastante tiempo. También los expolios, robos y destrozos sobre los bienes de las víctimas. Muchas familias quedaron en la indigencia. Centenares de viudas, sin el estatus legal de viudedad, puesto que sus maridos habían desaparecido; centenares de huérfanos, muchos de los cuales fueron ingresados en Hospicios y otras instituciones; familiares que no podían llevar luto, ni llorar a sus muertos...
La situación fue especialmente dura en los pueblos, donde las mujeres de los represaliados quedaron a merced de los vencedores, quienes decidían darles trabajo o no. La mayoría de ellas, sin oficio, sin pensiones ni ayudas, sobrevivieron a duras penas mendigando, lavando ropa en los ríos, espigando los campos y haciendo dobles jornadas cuando se lo permitían.
Sus hijos pasaron hambre y calamidades, y a menudo no pudieron asistir a la escuela: no sólo destrozaron su vida, sino que también les robaron el futuro. Niños huérfanos de padre y a veces también de madre, o con ésta encarcelada, recluidos en instituciones alejadas de su pueblo; o trabajando durante toda su niñez, estigmatizados y discriminados por ser hijos de rojos:
Una generación entera maltratada, sometida y humillada, que ahora comienza a hablar.