Un botón de muestra
En estos días de marzo se suceden las celebraciones y manifestaciones reivindicativas de los derechos de la mujer. La fecha, 8 de marzo, se eligió por ser el día en que un grupo de mujeres trabajadoras fueron quemadas en el interior de la fábrica en que trabajaban y hacían huelga a manos de sus patrones.
Las mujeres han sido objetivo favorito de la represión, pues a su condición de víctimas se une la de ser madres, hermanas y esposas, lo que da a su castigo una condición ejemplarizante que se extiende por toda la comunidad sembrando el terror de una forma muy eficaz.
Hoy os presentamos una serie de casos recogidos directamente de los testimonios de familiares de las víctimas, que son un botón de muestra del tratamiento que los fascistas dieron a las mujeres republicanas en Valladolid.
En el pueblo de Aguilar de Campos
Odulfa, vecina mayor de 60 años, soltera, socialista, fue asesinada de un solo tiro en el sobrado de su casa en la tarde del 18 de julio de 1936 por guardias civiles del puesto de Villavicencio.
Romana Cuadrado, adolescente juzgada y condenada, cumplió 6 años de cárcel.
Cristina Gurrea, de 43 años, marido asesinado: detenida gubernativa en Valladolid, tenía cinco hijos, de los que cuatro fueron ingresados en el Hospicio.
Pura Martínez, hermana de desaparecido, juzgada, encarcelada durante años.
Dionisia Rodríguez, 6 hijos menores, presa gubernativa; su marido también estaba encarcelado. Dio a luz a un niño estando en la cárcel.
En Alaejos
Valentina Rueda Manjarrés, de 60 años, casada. Juzgada y condenada a 20 años y un día. Estuvo en la Cárcel Vieja de Valladolid.
Laureana Morales Rodríguez, casada, juzgada y condenada a dos años de cárcel, que cumple en la prisión de Medina del Campo.
María Losada Martín, hija de Bonifacio (condenado a 20 años) y hermana de Cándido (fusilado), Antonio (paseado) y Florentino (muerto en el frente), según testimonios de su entorno, fue agredida por unos falangistas. Según Leopoldo García Ortega, que fue compañero de los detenidos de Alaejos en prisión, los falangistas del propio pueblo habrían violado a varias vecinas cuyos padres, hermanos y maridos estaban presos en Alcazarén:
Justina Acebes tenía 15 años. Fue retenida por los falangistas del pueblo junto con un grupo de unas 20 mujeres. Fueron vejadas; a algunas les cortaron el pelo; a todas las obligaron a desfilar por las calles del pueblo, con el brazo en alto y cantando el Cara al Sol.
María Sanz, esposa del Presidente de la Casa del Pueblo fue asesinada junto con su hijo de 14 años. Anteriormente los fascistas habían asesinado a su marido y a otros dos hijos varones.
En Castrobol
Todas las mujeres de los detenidos de este pueblo fueron apaleadas por los falangistas en los locales del ayuntamiento. Las palizas fueron de tal calibre, que algunas sufrieron fracturas de brazos y piernas. Es el caso de la esposa del alcalde, Teófila Alonso Fernández, quien quedó inválida como consecuencia de las múltiples fracturas en ambas piernas.
En Castroponce
Cecilia García, natural de Castroponce y residente en esta localidad. Su marido desapareció cuando se dirigía a una localidad vecina, donde tenía familiares; nunca se volvió a saber de él. Dejó un niño que no había cumplido los dos años y una niña casi recién nacida. Para poder sacarlos adelante, Cecilia hubo de servir en casa de los presuntos inductores.
Leandra Grajal Alonso, asesinada junto con su esposo, se encontraba en avanzado estado de gestación, de tal manera que los testigos que la vieron en el camión en que la llevaban detenida se dieron cuenta de esta circunstancia. Esta mujer, según los informantes, estaba en la puerta de la iglesia cuando las vecinas fueron a avisarla de la detención de su marido. Fue hasta la plaza, y como le dijeran que era para hacer una declaración sin más, insistió en ir con su marido. Los falangistas no tuvieron ningún problema en llevarla también y asesinarla junto con los demás, aunque después fueron incapaces de darle el tiro de gracia y la dejaron agonizando junto al grupo, como manifiestan testigos de los hechos.
En Castronuño
Constanza Santamaría Muñoz, casada con el teniente de alcalde fue asesinada en las cercanías del pueblo.
Un grupo de falangistas del pueblo la requirió para que fuera con ellos al cuartel de la guardia civil, para “hacerle unas preguntas”. Ella se fue con los falangistas. Pidió a Ángeles, su hija de 16 años, que cuidara de sus hermanos menores. Nunca la volvieron a ver. Tenía 43 años en ese momento, cinco hijos y el marido encarcelado (fusilado poco tiempo después).
En Ceinos
Los golpistas se cebaron con las mujeres del pueblo. Vinieron tres guardias civiles que les daban palizas tremendas. Raparon a varias mujeres por bordar la bandera de la República, la que se sacaba en el Ayuntamiento, entre ellas a Gregoria Cuadrado Lobo,
Felisa Pastor Vielba, Andrea Riol, Gregoria Alonso Gutiérrez
En Laguna de Duero:
Mónica Muñoz San Pedro fue atacada en su propia casa. Cuando los falangistas descubrieron que tenía en el salón una fotografía de Mariana Pineda, comenzaron a golpearla. Después fue conducida al Ayuntamiento para ser interrogada, y en el transcurso del interrogatorio, fue golpeada con saña por uno de los falangistas más sanguinarios de Laguna con la culata del fusil, llegando a reventarle el oído y a desencajarle la mandíbula, con la pérdida de varios dientes. Mónica fue detenida y estuvo presa durante 52 meses por proteger a sus hermanos y a su marido. De los 7 hermanos, los falangistas mataron a cuatro. En la cárcel estuvo 18 meses muy enferma y apenas podía alimentarse. Debido a una pleuritis perdió un pulmón.
A María Marqués la mataron el día 5 de septiembre de 1936. La denunciaron porque no bautizaba a sus hijos. Una tarde, hacia las ocho y media o las nueve, llamaron a la puerta. Salió a abrir su hija, una niña de 8 años; eran 3 hombres de Laguna que preguntaban por María. Llevaban fusiles y le dijeron que fuera al Ayuntamiento a declarar. No la vieron nunca más. Pasó la noche en el calabozo del ayuntamiento junto con otras tres mujeres del pueblo. Al amanecer, soltaron a una de ellas “porque estaba criando a un niño”. Llevaron a las otras tres al puente que limita con Boecillo y las tirotearon allí, cayendo los cuerpos al río.
Otros casos
María Danclas, maestra del barrio de las Delicias, en Valladolid. Sacada de su casa, tras ser detenido su marido, también maestro, quien sería juzgado y ejecutado. Su hijo menor, de 14 años, también fue detenido e ingresado en el Patronato de Menores. Los vecinos de Las Delicias fueron testigos de su detención, que se hizo a plena luz del día. Fue enterrada como “desconocida”, aunque meses más tarde su hijo mayor pudo inscribir su fallecimiento.
Josefa Torrecilla Sánchez, 63 años, de Tudela de Duero. Detenida por falangistas del pueblo junto con Felisa Sobas, una adolescente que había sido violentada varias veces en las dependencias municipales; fueron conducidas a los pinares de Boecillo, donde fueron asesinadas y enterradas.
Bonifacia Álvarez Yllera, de Medina del Campo de unos 60 años, madre de 8 hijos. Socialista y colaboradora activa de La Casa del Pueblo, al igual que sus hijos. El 18 de julio pasean a su hijo Andrés, de unos 20 años, quien desaparece. Ese mismo día es detenida su hija Benedicta, de 18 años, y conducida a la Cárcel de Medina. El 9 de agosto de 1936, tras una visita a su hija, durante la que se produjo un enfrentamiento con los falangistas que la custodiaban, debido al estado en el que se encontraba su hija, estos mismos falangistas se presentan en su casa y, ante su marido, navajean y tirotean a Bonifacia, quien falleció en plena calle. Su hija Benedicta fue sacada de la cárcel y asesinada en diciembre de ese mismo año.
Eugenia Hernández, panadera de unos sesenta años, natural y vecina de Santervás, casada con el señor Bolado (condenado a 15 años de cárcel), fue sacada de su casa, asesinada y enterrada en los Montes Torozos.
María Marina Coteruelo, asesinada en agosto de 1936 en Valladolid, a los 64 años de edad.
Dominica Miñambres, vecina de Villamuriel de Campos, de unos 70 años, fue sacada de su casa, junto con su hijo Teodoro Rodríguez de 58 años y cuatro vecinos más, en una madrugada de agosto de 1936. Unos falangistas los llevaron hasta los Montes Torozos, donde fueron asesinados y enterrados.
Celsa Castán. Un grupo de falangistas se presentaron en su casa para detener a su hijo menor, Fortunato, de 19 años. Anteriormente se habían llevado a sus dos hijos mayores. Esta mujer se opuso e intentó impedir la detención, pero fue arrastrada y detenida con su hijo. Los hicieron subir a un camión y los llevaron al Prado de La Magdalena. Mataron al chico y después violaron a Celsa en grupo, golpeándola hasta darla por muerta. Sin embargo, consiguió regresar a su casa con vida. Contrajo una sífilis en esta agresión, de la que moriría unos años más tarde. Siempre contó lo ocurrido, sin ocultarlo ni a la familia ni a los amigos. Celsa tenía 45 años cuando ocurrieron los hechos.
Como se dice, esta información es una pequeña muestra que ilustra acerca de los procedimientos utilizados por los sublevados fascistas en la provincia de Valladolid, quienes no tuvieron reparo ni escrúpulo alguno a la hora de actuar con saña inaudita contra mujeres de todas las edades y condiciones, simplemente atendiendo a sus ideas o a su proximidad con republicanos e izquierdistas.
Esta relación sirve de homenaje a todas las víctimas y a sus familias, que tuvieron que continuar viviendo con el peso de estas canalladas durante el resto de sus vidas sin que el estado español llegase siquiera a reconocer los crímenes.