Represión franquista en Quintanilla de Abajo
El pueblo conocido hoy como Quintanilla de “Onésimo” se llama en realidad Quintanilla de Abajo. Su nombre fue cambiado por los franquistas, imponiendo el del fundador de las JONS, organización filonazi, responsable junto a otras fuerzas de la sublevación franquista en 1936 y de la posterior guerra que devastó y destruyó nuestro paìs durante tres años.
Aun contraviniendo las propias leyes, el nombre de este pueblo no ha sido restablecido, como viene sucediendo con los restos franquistas, nombres de calles, etc..
Esta anomalía, sistemáticamente denunciada, se encuentra con la resistencia de algunos, la aquiescencia de otros y la indiferencia de la mayoría. Sin embargo, la mera lectura de las obras de este impulsor del desastre deja patente su odio hacia los que denomina “rojos”; hacia los laicos, los republicanos, los judíos y, en definitiva, hacia todos los que no pensaban como él, a quienes ordenaba tratar con la máxima violencia, como así hicieron sus seguidores.
Esperamos el momento en que los regidores se paren a pensar y tomen conciencia del ejemplo demoledor que las invectivas de este cabecilla supusieron para la democracia, la paz y la civilización y, obedeciendo los imperativos legales, devuelvan a Quintanilla su nombre real.
El pueblo se halla en las orillas del Duero, lindando con su hermano, Quintanilla de Arriba. Se sitúa prácticamente a mitad camino entre Valladolid y Peñafiel, y su economía se basa tradicionalmente en la agricultura, ya que sus viñas y sus regadíos producen en abundancia.
En el año 1936 contaba además con una buena comunicación ferroviaria, ya que la conocida como “línea de Ariza” tendía sus raíles en los alrededores, donde todavía se pueden ver los apeaderos e instalaciones propias de la estación.
En los años treinta del pasado siglo, según coinciden todas las fuentes, la ideología izquierdista era mayoritaria en Quintanilla de Abajo. El hecho de que fuese la localidad natal de Onésimo Redondo no tenía influencia sobre las ideas de los vecinos, quienes construyeron con sus manos una Casa del Pueblo importante y que contaba con bastantes afiliados. El local todavía estaba en tratos, comprada a plazos y sin terminar de pagar cuando se produjo la sublevación, siendo ocupada por los rebeldes, quienes se apoderaron también de todos los bienes que contenía.
Por otra parte, el comportamiento de Onésimo Redondo y su familia en el pueblo era bueno, pues convivían con los vecinos sin ningún tipo de problema. L. P., socialista que fue condiscípulo de Onésimo en la escuela del pueblo, nos aseguró que éste nunca tuvo ni siquiera malas palabras para sus convecinos socialistas; y J. A., que conoció bien a la familia, nos explicó que todos ellos, y especialmente la madre de Onésimo, se opusieron con todas sus energías a los actos violentos de los falangistas sobre los republicanos del pueblo.
Onésimo, discìpulo de los jesuitas, se había convertido en un abogado que vivía en Valladolid, donde se dedicaba a formar organizaciones sindicales entre los remolacheros de la zona; aparecìa poco por el pueblo, donde se dedicaba a sus asuntos privados.
Sin embargo, en la zona operaba Girón, que entrenaba a sus huestes por los pinares, y que se caracterizaba por su extrema violencia y agresividad. A causa de los diversos disturbios que se produjeron en casi todos los pueblos el 1º de Mayo y en la fiesta del Corpus, la Corporación Municipal resolvió requisar las escopetas de los elementos derechistas más destacados en evitación de males mayores.
Este hecho, ordenado por el propio Gobernador Civil, señor Lavín, trajo como consecuencia la desobediencia de un pequeño núcleo de jóvenes falangistas, que se marcharon al monte conocido como La Planta con sus armas.
Allí estaban el día 18 de julio, sábado, cuando llegó al pueblo la noticia de que los militares se sublevaban contra la República. La Corporación Municipal (votada en las urnas) se reunió con los directivos de la potente Casa del Pueblo para analizar la situación. Como las informaciones eran confusas, decidieron enviar a la ciudad a cuatro vecinos para que se entrevistasen con las autoridades y recibiesen orientaciones. Nuestro informante, presente en aquella situación, cuenta que actuando de enlaces se entrevistaron con los dirigentes socialistas de Valladolid, y que les dieron una tarjeta en la que estaba escrita una contraseña. “Esas fueron las armas que nos dieron”..
Hacia las cuatro de la tarde del domingo 19, aparecieron dos camionetas llenas de gente que entraron en el pueblo disparando. Se dirigieron hacia la Casa del Pueblo. Se entabló un tiroteo y los falangistas se retiraron. Fue entonces cuando los socialistas, ayudados por muchos vecinos y vecinas, levantaron una pequeña barricada compuesta por ramas, piedras y palos ante la ermita de San Roque, con el fin de intentar detener a los atacantes cuando regresaran. Se estableció un turno de vigilancia en la Casa del Pueblo, mientras otros vecinos se apostaban por las calles a la espera de otro ataque.
Al anochecer volvieron los falangistas a Quintanilla.
Según testimonio de J.L. Galindo, hijo del médico del pueblo y “camisa vieja” falangista:
“A Andrés Redondo le preocupaba la situación de su familia en Quintanilla, así es que reunió una Centuria de falangistas en el improvisado Cuartel de la Academia de Caballería de Valladolid y en varias camionetas llevó su invencible ejército a su tierra natal. Los marxistas de Quintanilla, cuando vieron aparecer las camionetas vallisoletanas, comenzaron a dispararlas como si fueran un bando de perdices. Pero los recién llegados tenían fusiles y eran más en número, condición “sine qua non” para la victora. El resultado final fue desastroso: un muerto y varios heridos (…) El tropel marxista se disolvió y los muchachos derechistas bajaron del monte. casi todos ellos pasaron a la escolta de Andrés Redondo y pocos días después, al Alto del León”.
Así fue. La Centuria de Andres Redondo, hermano de Onésimo, asaltó la Casa del Pueblo, matando a dos afiliados que se encontraban allí. El tiroteo se recrudeció por las calles, y el saldo fue de dos falangistas muertos, uno en el bailadero y otro en las cercanías de la ermita, más los dos de la Casa del Pueblo. El ataque fue muy duro, y los que pudieron, escaparon hacia La Planta, como habían hecho anteriormente los falangistas. Los que no pudieron huir fueron detenidos, entre ellos la Corporación completa. Más tarde, todos fueron fusilados, además de sufrir maltrato. Días después, el mismo médico pudo ver a los detenidos de Quintanilla en el Gobierno Civil, encontrándolos “derrotados y hambrientos”. Rápidamente fueron juzgados militarmente, condenados a muerte y ejecutados.
El grupo que logró huir estaba compuesto por jóvenes socialistas. Pasaron cuatro o cinco días en el monte; el mayor de ellos quería que marcharan más lejos, pero los demás se negaron. Todos pensaban que la cosa se acabaría rápidamente, y de hecho, cuando los guardas de campo les dijeron que el Movimiento se había acabado y que se entregasen, les creyeron y bajaron al pueblo.
Cuando llegaron, les llevaron al Ayuntamiento a declarar, pero estando en ello apareció el Cabo y les mandó para casa.
Después se enteraron de la detención de las autoridades, que serían fusiladas enseguida; y la situación quedó clara cuando vieron pasar camiones y camiones llenos de gente de la zona, a los que llevaban a matar: Querían matar y matar…les traían en camiones, pasaban por mitad del pueblo y todos los podíamos ver…eran de los pueblos de alrededor…Algunos llegaban a Valladolid, pero la mayoría quedaron por los montes…
En el pueblo comenzó una represión sistemática. Detenían a los socialistas, a los afiliados a la Casa del Pueblo, a todos aquellos que habían estado al lado de la República. La actitud de la familia de Onésimo, completamente opuesta a los asesinatos, impidió los paseos de los detenidos, que fueron trasladados a las Cocheras de Valladolid. Algunos detenidos serían sacados de allí y asesinados; los demás recibieron palizas y malos tratos, pero todo sucedía fuera del pueblo, donde la única violencia física se ejerció en los registros y destrozos producidos en los domicilios de los detenidos.
A las familias de las víctimas las asustaban con mensajes falsos que indicaban el fusilamiento de los suyos, con amenazas o insultos, impidiendo la salida del pueblo para visitar a los presos y con otras medidas de parecida mezquindad. Los golpistas conseguían de esta manera una impresión de falsa tranquilidad, dando a entender continuamente que los detenidos regresarían a sus domicilios sin sufrir daños.
Fue tras el juicio y la condena a muerte de los nueve vecinos cuando el pueblo se dio cuenta de lo que en realidad estaba pasando.
Las patrullas que actuaron en la zona se organizaron en su mayoría en Peñafiel, donde los ejecutores eran vecinos del propio pueblo y actuaban a cara descubierta por todos los pueblos de alrededor. Las víctimas de los paseos pasaban por Quintanilla en camiones abiertos, y la gente las reconocía. En el término hay, por lo menos, un fosa de vecinos de Peñafiel, y otras varias con vecinos de otras localidades cercanas. En el pueblo siempre creyeron que la familia de Onésimo había impedido las matanzas y las agresiones; que Onésimo intentó proteger a los condenados a muerte, y que sus convecinos falangistas no tenían nada que ver con los actos de violencia que se estaban cometiendo, ya que veían diariamente a los responsables cuando pasaban con las víctimas por el pueblo, reconociendo que eran falangistas de Peñafiel en su mayoría.
Este es el fundamento de que en Quintanilla se asuma la figura de Onésimo como la de un buen vecino, cuando no un héroe, y explica que el pueblo haya tenido consistorios comunistas, socialistas y derechistas y que ninguno de ellos se haya propuesto jamás eliminar el sobrenombre del pueblo y los nombres y símbolos franquistas, que como puede apreciarse, campan por todas partes en la localidad.
LISTA DE ASESINADOS EN QUINTANILLA DE ABAJO
Juzagos y fusilados en Valladolid. Enterrados allí:
Basilio Frutos Isabel, 26 años
Gregorio Redondo Bayón, 27 años
Feliciano Gordillo Aguado, 29 años
Antonio Maudes Abad, 36 años
Bernardino Martín Recio,30 años (concejal)
Bernardino Castrillo Soto, Alcalde, 45 años
Alejandro Gimeno Baquerizo,30 años, Teniente de Alcalde
Juan Maudes Abad, 35 años
Basílides Sanz Sanz, 25 años.
Máximo Eugeno Giménez Martínez
Además fueron paseados y asesinados:
Fulgencio Rojo García
Isaac Rojo García, su hermano; ambos fueron sacados de Cocheras por un grupo de falangistas, conducidos a unos desmontes cercanos a Simancas y lapidados hasta la muerte. El día anterior se había producido un bombardeo republicano sobre Valladolid.
Mariano de las Heras Vaquerizo
Leonardo Martín Recio
Deodato Frutos Isabel, hermano de Basilio, Presidente de la Casa del Pueblo
Valeriano Rojo Isabel
Virgilio Andrés Puertas, fundador de la Casa del Pueblo, falleció en un accidente de coche en mayo de 1937. En el mismo vehículo viajaban 4 falangistas que salieron ilesos.
Basilio Andrés Puertas, hermano del anterior
JUICIO
8 de agosto de 1936
Consejo de Guerra, causa 87/36
Encausados: 45 vecinos de Quintanilla de Abajo
Sentencia: 9 penas de muerte ejecutadas; 22 condenas de 30 años de prisión, 14 absoluciones.
CONDENA DE 30 AÑOS
Antonio Soto Arranz
Clodoaldo de Vega Pico
Francisco Pico González. Condenado a 30 años. Cumplió en Gijón. Salió en 1943.
Ricardo Arratia Salamanca
Gabino Soto Gómez
Mauro Pedrero Sinovas “Ojillos”
Clemente Olaya Hernández
Esteban San José Ortega
Sandalio Lázaro Pico
Florencio López Villahoz
Jerónimo Gimeno Baquerizo
Santiago Cárdaba Santiago
Basilio Martín Recio
Alejandro Rodríguez Recio
Mariano García Soto
Fulgencio Rojo Posadas
Esteban González Rodríguez
Alberto Soria Muñoz
Fulgencio Martín Gómez
Regino Gómez García
Fernando Gimeno Soto
Crisóstomo Pico de Diego. Condenado a 30 años. Cumplió en el Puerto de Santa María. Salió en 1940.
ABSUELTOS
Isaac Rojo García
Fulgencio Rojo García (estos dos hermanos no fueron puestos en libertad, como otros varios, a pesar de ser absueltos. Estaban en las Cocheras cuando fueron sacados por una patrulla de falangistas y asesinados.
Modesto Rojo García (hermano de los anteriores, pasó más de un año en Cocheras, además de recibir palizas, una de ella, de 160 latigazos, le dejó secuelas)
Delio Ortega Mogrovejo
Jesús Santos Gregorio
Teófilo Pedrero Muñoz
Valentín Calvo García
Isabelino González Herrero
Clemente Lázaro Hernández
Marciano Rodríguez Manuel
Mariano Garcés Andrés
Cirilo Soto Arranz
Matías Romón Llorente
Esteban Soto Gómez
OTROS DETENIDOS
Tomás Garcés Andrés
Pedro Redondo
Rufino Redondo Bayón
Tertuliano Redondo García
Regino Redondo Sáez
Vicente Rodríguez Iglesias
Alejandro Rodríguez Redondo
Alberto Soria Muñoz
Francisco Pico González
CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE LA SANTA ESPINA
Castor San José Ortega