Tudela de Duero: 80 aniversario del crimen, por Orosia Castán
14 penas de muerte y 63 de 30 años... ¡Acusados de rebelión militar ellos, que habían acudido al ayuntamiento al escuchar disparos y gritos en la mañana de aquel infausto domingo! Era la justicia al revés, en la que los que se levantaban en armas contra la legalidad detenían, juzgaban y asesinaban a los ciudadanos inocentes.
Este mes de marzo de 2017 se cumplen 80 años del fusilamiento de un grupo de vecinos de Tudela de Duero a manos de las tropas sublevadas de Franco. Entre estos vecinos se encontraba parte de la Corporación municipal elegida en las urnas en febrero de 1936, como el propio alcalde, el teniente de alcalde y varios concejales. Además formaban parte del grupo otras autoridades como el Presidente de la Casa del Pueblo, el Presidente de la Sociedad de Agricultores, el Presidente de la Sociedad de Oficios Varios, el Presidente de la Agrupación Socialista, un guardia municipal, el Guarda de Campo y el médico.
FUSILADOS EN SAN ISIDRO
1. Crescencio Juárez Ortega
2. Domingo Alcázar Navia , guarda de campo
3. Elías Palomo González , guardia municipal
4. Fortunato Román Abad, Presidente de la Sociedad de Agricultores
5. Guillermo González Ramos, Presidente de la Casa del Pueblo
6. Luciano Montalvillo Molpeceres (menor de edad)
7. Modesto Velasco Acebes, Presidente de la Sociedad de Oficios Varios
8. Saturnino Sánchez de la Cruz
9. Segundo Rivera Plaza
10. Serapio González Sanz, Concejal
11. Teófilo García García (sereno)
12. Toribio Peñalva Nicolás, Concejal, Presidente de la Agrupación Socialista
13. Pablo Arranz Sanz, Alcalde del Frente Popular
14. Darío Gerardo de Castro Olmedo, médico
Todos ellos habían sido detenidos en la mañana del domingo 19 de julio, cuando varios camiones repletos de gente armada entraron en Tudela y se dirigieron al ayuntamiento. Allí, el guardia civil Julio Maeso Hoyos destituyó a la corporación legal con el argumento de la fuerza, e impuso a otros regidores. El alcalde Pablo Arranz, acompañado de otras autoridades y con el bastón de mando en la mano, fue detenido en el mismo acto sin ningún tipo de resistencia. Todos ellos fueron trasladados a Valladolid.
Los detenidos, tras ser identificados en el Gobierno Civil, fueron ingresados en las Cocheras de Tranvías, una prisión habilitada para el caso, pues la Cárcel Nueva estaba ya saturada por los centenares de detenidos en la Casa del Pueblo de la capital durante la mañana del día anterior.
Permanecieron allí hasta que se señaló el juicio. Todos estaban tranquilos, ya que no habían cometido delito alguno. Las detenciones se habían producido sin resistencia; ninguno de ellos iba armado, y en Tudela no se habían producido incidentes de ningún tipo. El “delito” cometido no era otro que el de haber ocupado los puestos de representación para los que habían sido elegidos en unas elecciones legales. Los detenidos no tenían, pues, motivo para pensar que su condena iba a ser la muerte.
CAUSA 86/36
“En la Plaza de Valladolid a nueve de enero de 1937.- Vista en Consejo de Guerra de Plaza la presente causa nº 86 de 1936 que por supuesto delito de rebelión militar se sigue contra Pablo Arranz Sanz y setenta y dos más, vecinos de Tudela de Duero, paisanos y mayores de edad penal, a excepción de Julio Peñalva Herguedas e Isidoro Carrecedo Redondo, que en la fecha de autos eran menores de diez y ocho años y mayores de diez y seis, oídas la acusación Fiscal y la defensa……”
Así comenzaba la sentencia del juicio de los vecinos de Tudela.
Las condenas fueron gravísimas: 14 penas de muerte, contra las que no había apelación ni recurso; 63 condenados a 30 años de cárcel, lo que era en realidad cadena perpetua; dos condenados a 20 años por su condición de menores de edad, y un absuelto.
¡Acusados de rebelión militar ellos, que habían acudido al ayuntamiento al escuchar disparos y gritos en la mañana de aquel infausto domingo! Era la justicia al revés, en la que los que se levantaban en armas contra la legalidad detenían, juzgaban y asesinaban a los ciudadanos inocentes.
Los verdugos no les concedieron margen para su defensa. Algunos familiares desesperados se dirigieron al párroco de Tudela, el tristemente famoso Padre Sarabia, quien les contestó de tal manera, que ochenta años después sus palabras se conservan en la memoria de las familias de las víctimas: “Si los condenan es porque algo han hecho, y el que la hace, que la pague…”
Y con esta poco cristiana contestación, las familias se dirigieron al nuevo alcalde designado por la guardia civil, Ángel López García. Este les preguntó por la respuesta del cura y cuando ellos se la transmitieron, el alcalde ilegalmente nombrado les dijo que si el párroco no hacía nada, él tampoco.
Se sellaba así el destino de los detenidos de Tudela. Los condenados a muerte quedaron recluidos en la Cárcel Nueva a la espera de la ejecución; los demás serían trasladados a diferentes prisiones. Burgos, Pamplona, Cádiz, Pontevedra, Lugo o las Canarias fueron sus destinos, donde lucharían por sobrevivir en condiciones inhumanas, lejos de su pueblo y su familia.
CONDUCCIÓN DE LOS CONDENADOS AL PAREDÓN
El día uno de marzo, en un documento del Estado Mayor de la VII División Orgánica al Juez instructor Fernando Ferreiro Rodríguez, se daban las instrucciones relativas al fusilamiento de los tudelanos condenados a muerte.
El documento, conservado en el AHPVA, dice textualmente:
“Concedo permiso para que se cumpla la sentencia de muerte contra los paisanos
PABLO ARRANZ SANZ
TORIBIO PEÑALVA NICOLÁS
SERAPIO GONZÁLEZ SANZ
GUILLERMO GONZÁLEZ RAMOS
FORTUNATO ROMÁN ABAD
MODESTO VELASCO ACEBES
DARÍO GERARDO DE CASTRO OLMEDO
ELÍAS PALOMO GONZÁLEZ
TEÓFILO GARCÍA GARCÍA
DOMINGO ALCÁZAR NAVIA
CRESCENCIO JUÁREZ ORTEGA
SEGUNDO RIVERA PLAZA
LUCIANO MONTALVILLO MOLPECERES Y
SATURNINO SÁNCHEZ DE LA CRUZ.
Estas ejecuciones se verificarán, simultáneamente con la del procesado en otra causa, soldado de Aviación VICTOR YUSTE CARPINTERO, en el Campo de San Isidro a las 7 horas de mañana día 2. Los piquetes de ejecución serán cuatro, formados por 30 soldados del Regimiento de Infanteria de San Quintin 30 del 14 Regimiento de Artilleria Ligera, diez guardias Civiles y diez de Asalto, todos excelentes tiradores. Cada uno de estos piquetes estará mandado por una clase y en el momento de la ejecución tomará el mando de todos un Oficial del 14º Regtº de Artilleria Ligera. El primer piquete se trasladará a Prisiones Militares y los demás a la Cárcel nueva lo antes posible, para constituir la guardia interior reglamentaria de custodia de los presos. El piquete de escolta estará formado por una Compañía del Regimiento de Infanteria San Quintin. Los reos será conducidos al lugar de ejecución en una camioneta de la Guardia Civil, con una escolta de 16 Guardias Civiles, que recogerán primero al soldado de Aviación en las Prisiones Militares y después a los paisanos en la Cárcel Nueva, continuando luego por la Calle Real y Portillo de la Pólvora. El Grupo de Sanidad facilitará tres carruajes para el transporte de los cadáveres, y el Jefe de Sanidad Militar de la plaza designará un Oficial Médico que ha de certificar las defunciones.
Lo que transcribo a V.S. para su conocimiento y a fin de que se den todas las facilidades posibles para el buen cumplimiento de esta orden.
Dios guarde a V.S. muchos años.
Valladolid, 1º de Marzo de 1937
P.O.
El Coronel encargado del despacho
(Firma y rúbrica)
Me hice cargo de los reos a que se refiere la presente orden para ser conducidos al lugar de la ejecución.
Valladolid 2 de marzo 1937
El Jefe de la Fuerza.
Francisco Lanzas
Simultáneamente, el Gobernador Civil enviaba al Conserje del cementerio del Carmen de la ciudad una orden de enterramiento:
Sírvase V. disponer lo conveniente para que se pueda proceder al enterramiento de los cadáveres de los reos anotados al margen, inmediatamente después de su ejecución, que tendrá lugar a las 7 horas del día 2 del corriente.
Dios guarde a V. muchos años.
Valladolid, 1 de marzo de 1937.
El Gobernador Civil,
Firma y rúbrica.
La noche anterior a su ejecución, los reos eran trasladados a unas celdas especiales. Esa noche, la última de sus vidas, muchos escribían cartas de despedida a sus familias; algunos recibían la visita de despedida de los suyos. Otros, los más, se recluían en sí mismos, anonadados por el increíble derrotero que sus vidas habían tomado.
Los condenados de Tudela no recibieron visitas, y además pidieron a sus familias que no asistieran a la ejecución. Todos ellos quisieron evitar este sufrimiento a sus seres cercanos.
Al amanecer del día 2 de marzo de 1937, siete meses después de su arbitraria detención, los condenados de Tudela fueron sacados de la Cárcel Nueva, y siguiendo las detalladas instrucciones de los verdugos, conducidos a las Cascajeras de San Isidro, donde les iban a arrebatar la vida.
SAN ISIDRO
El Campo de San Isidro era conocido como Las Cascajeras, por haber sido antiguas canteras de grava, y estaban en unos desmontes, hoy ocupados por el colegio Alonso Cortés. Este fue el lugar elegido por los franquistas para ejecutar a los condenados a muerte tras juicio sumarísimo. En el año 1936, este lugar se hallaba en las afueras de la capital, entre huertas y páramos. Cerca pasaba el ferrocarril. Desde allí los cadáveres eran conducidos al cementerio municipal. La conducción de los reos se efectuaba con grandes medidas de seguridad, aunque nunca se registraron incidentes.
Estas ejecuciones públicas eran seguidas por abundantes ciudadanos vallisoletanos. Acudían familias enteras al espectáculo. Dado que los fusilamientos se producían a horas tempranas de la madrugada, pronto se montó un puesto ambulante de venta de churros y aguardiente. El Gobernador hizo admoniciones acerca de este comportamiento “poco edificante” desde las páginas de “El Norte de Castilla”, advirtiendo a la gente para que dejara de acudir a divertirse con el sufrimiento ajeno. Desde los barrios aledaños, sobre todo desde La Pilarica y las Delicias, se podían escuchar las descargas de fusilería y los tiros de gracia. Así podían saber cuántos fusilamientos se habían hecho ese día.
FOSA COMÚN
Hubo una persona de Tudela que acudió a la ejecución, que era pública. Fue testigo del hecho, y después fue al pueblo y lo contó a las familias, que hundidas y acobardadas, esperaban las noticias con el alma en un puño. Este testigo informó someramente: que todos estaban enteros; que habían muerto rápidamente; que el más joven, Montalvillo, destacaba con su cabellera rubia.
A continuación, tal y como se indicaba en la orden arriba citada, los cuerpos fueron colocados en tres carruajes y conducidos al cementerio. Su destino fue una fosa común situada en el cuadro 53, tal y como recoge el libro del Cementerio de Valladolid, a donde eran arrojados sin mucho miramiento y después cubiertos con cal viva.
Únicamente se libraban de este procedimiento aquellos cuyas familias pudieran aportar un féretro y pagar las tasas correspondientes, con lo que el cuerpo no se perdía en la fosa común y estaba localizado en el cementerio.
De los fusilados de Tudela, sólo cuatro personas se libraron de la fosa común:
Pablo Arranz, cuya familia pagó; Toribio Peñalva, cuya hija mayor pudo aportar un féretro; Darío de Castro, el médico, y Crescencio Juárez, cuya novia logró comprar una caja, hecha a base de cajones de fruta, consiguiendo así evitar la fosa común.
El nueve de octubre de 2011, en el pueblo de Tudela se inauguró un jardín con una escultura conmemorativa. Los familiares de las víctimas, el grupo Verdad y Justicia, la Peña “No Nos Moverán” y la Asociación Cultural “El Lokal”, tras años de trabajo, lograban materializar el lugar conmemorativo en recuerdo y homenaje a todos ellos.
Hoy, el conocido como Parque de la Memoria, está consolidado. Crecen los árboles y en la escultura jamás faltan flores, esas flores que simbolizan el recuerdo, el respeto y el homenaje que el pueblo de Tudela les ofreció multitudinariamente.
Y es que pasan los años, pero la memoria permanece fiel, recordando a las víctimas de una sublevación criminal que les robó la vida siendo, como eran, inocentes.