Miércoles, 11 de diciembre de 2024|

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Tortura y asesinato de un dirigente de la FAI: Jesús de Diego Delgado

Jesús era un anarquista muy conocido y apreciado en Valladolid y los pueblos de su entorno. A causa de las torturas a que fue sometido por los sublevados, la gente le recordaba como “el crucificado de Tudela”.

Tarjeta de identificación de Jesús de Diego durante su estancia en Saint Denis.

Jesús de Diego pertenecía a una de las familias de industriales más prósperas de Tudela.
Sus padres eran Bernardo de Diego Franco y María Delgado Llopis, ambos naturales de Tudela de Duero.

La familia tuvo nueve hijos:
Ovidio, Acindina, Vicenta, Cristina, Jesús, Juliana, María, Eustaquio y Herminia.

María Delgado y sus hijos.

Jesús de Diego, el quinto hijo, nació en Tudela de Duero a las cinco de la tarde del día 15 de octubre de 1900 en la casa de sus padres, en la calle 29 de Diciembre.

Sus padres eran panaderos y llegarían a tener dos hornos. Además, la familia consiguió la concesión de la gasolinera del pueblo, situada en la Avenida de Valladolid, ante la casa adonde se trasladarían. Precisamente esta concesión, ambicionada por otra familia del pueblo, sería motivo de enemistades que culminarían en acusaciones, calumnias y denuncias contra Jesús de Diego.

Gasolinera en la avenida Valladolid.

En la familia hubo dos víctimas de los sublevados franquistas, Jesús y su cuñado Domingo Alcázar, que estaba casado con su hermana María de Diego. Los demás hermanos no tuvieron problemas, aunque la familia sufrió acoso y expolio económico. El hermano mayor, Ovidio, también tenía ideas anarquistas, pero vivía en Francia y la represión no pudo alcanzarle.

Durante su primera juventud, Jesús sufrió un accidente que le dejaría cojo de la pierna derecha (en Valladolid se le conocía como “El Cojo de Tudela"). Acerca de este accidente hay dos versiones; una dice que se produjo trabajando en el ferrocarril, cuando se le clavó un hierro en el pie, pero también nos han contado que sufrió un accidente de moto. La consecuencia del accidente es que perdió la movilidad de la pierna, que le quedó rígida.

En 1929 se marchó a Francia, donde ya residía su hermano Ovidio. Allí, en el barrio de Saint-Denis, había una gran colonia de españoles, la mayoría de los cuales se había exiliado en la época de la dictadura de Primo de Rivera, huyendo de la Guerra de Marruecos. Se trataba de personas concienciadas políticamente, y muchas de ellas regresarían a España en 1931 con el triunfo de la República. Eso es lo que hizo Jesús, que llegó a Madrid a finales de noviembre de 1931.

Jesús de Diego a la derecha con su hermano Ovidio en París.
Luz Araujo.

En la capital tomó contacto con la CNT (Confederación Nacional del Trabajo), donde conoció a Luz Araujo, perteneciente a una familia asturiana que se había establecido en Carabanchel, en cuyo ayuntamiento se casarían unos meses más tarde civilmente.

Pero en aquel momento, Jesús intentó encontrar trabajo en Madrid sin conseguirlo, por lo que a mediados de diciembre decidió regresar a Tudela, donde estaba su familia, que necesitaba su ayuda para llevar los negocios, ya que el padre había fallecido.
Nada más llegar a Tudela, Jesús de Diego fue detenido por la Guardia Civil a causa de unas octavillas que había traído de Madrid y que criticaban la actuación del gobierno en los sucesos de Casas Viejas; se le formó expediente, pero no fue condenado. Esta detención temprana ya indica el seguimiento de las fuerzas del orden sobre su persona. Había repartido los panfletos en la Casa del Pueblo y también en la plaza principal, entre los jornaleros que buscaban trabajo, según declaró ante la autoridad.

Denuncia de la Guardia Civil.

Jesús era anarquista, primero de la CNT y más delante de la FAI (Federación Anarquista Ibérica), aunque mantenía relaciones estrechas con los vecinos de todas las ideologías izquierdistas: con los del Partido Socialista, con los de UGT y con los comunista; hablaba con todos y con todos colaboraba. De hecho, compartía espacio con ellos, pues tenía un despacho en la Casa del Pueblo; y entre sus amistades personales se encontraba el alcalde socialista de la ciudad de Valladolid, Antonio García de Quintana, quien se acercaba a Tudela junto con su familia para visitar a Jesús, según recuerda su hija Teresa, presente en esas excursiones.

Cartel de la FAI.

Enseguida se hizo popular y conocido en la ciudad y también en las localidades cercanas a Tudela de Duero, que recorría vendiendo su famoso pan integral, una novedad en aquellos tiempos. Porque Jesús de Diego, como buen libertario, era naturista y practicante de la medicina natural, de los baños de sol y de la alimentación sana, conceptos muy innovadores para la época.

En el año 1936 Jesús estaba casado con Luz Araujo y tenían un niño, al que habían puesto el nombre de Helios; además, Luz estaba embarazada por segunda vez. Vivían en la casa familiar de los de Diego y trabajaban en el horno y en el reparto del pan por toda la zona. Jesús iba a Valladolid todas las semanas en el autobús de los Herguedas, con los que había llegado a un arreglo: iba gratis a cambio de hacer de cobrador del autobús y llevaba el pan en un carro de reparto.

Jesús Vendiendo Pan integral de Tudela.

Cuando se produjo la sublevación, grupos armados llegaron a Tudela, detuvieron a las autoridades municipales y comenzaron a producirse asesinatos, malos tratos y desapariciones de vecinos. Jesús se marchó a Valladolid y fue acogido en casa de una familia amiga, en los alrededores de la calle Pi i Margall (hoy Panaderos). La señora era comadrona y se llamaba Amparo. Su marido también fue detenido. Ambas familias eran amigas y afines políticamente y tenían un trato muy cercano.

Luz se arriesgó a visitar a su marido en su escondite de Valladolid. La tercera vez que lo hizo fue seguida por cuatro falangistas de Tudela. De esta forma llegaron hasta la casa, donde entraron por la fuerza. En el transcurso de la detención, Jesús fue herido, aunque después se dijo que había intentado suicidarse. Este hecho tuvo lugar el día 19 de Agosto de 1936. Los dueños de la casa también fueron detenidos, ya que en esos días se consideraba un delito grave el tener acogido a un fugitivo en casa.

A continuación le condujeron a Tudela, a los calabozos del Ayuntamiento. La captura de Jesús de Diego tuvo carácter de acontecimiento, de tal manera que los captores lo exhibieron en el balcón del Ayuntamiento, donde ya algunos vecinos y vecinas lo insultaron y amenazaron.

Después sufrió un primer interrogatorio acerca de un posible arsenal; como él lo negaba, los asesinos le maltrataron y lo retuvieron en los locales. Por fin, tras una larga sesión de torturas, finalizaron por clavarle un rótulo en la espalda, en el que según los testimonios habían escrito: “gasolina para quemar a los ricos” y hacerlo desfilar por la Calle Mayor hacia la zona del río conocida como Los Castrilleros, en cuya poza declaró que había tirado al agua una pistola. Este trayecto de Jesús de Diego supone y supondrá para siempre el gran baldón y la gran vergüenza de Tudela. Jesús, sangrando profusamente por sus heridas, maniatado, sin camisa y con un cartel clavado con clavos en su espalda, era conducido por la calle Mayor entre golpes, insultos y empujones. Iba seguido por una gran cantidad de gente, entre los que destacaban una veintena de mujeres, algunas de ellas vestidas con el uniforme de la Falange, que lo empujaban y le pegaban. Una de ellas, cuya identidad no queda clara, se le acercó y le llegó a pinchar con una aguja de hacer media; otros le insultaban desde los balcones. La dueña de una carnicería intentó arrojarle una sartén de aceite hirviendo desde el balcón de la calle Mayor.

Este espectáculo indigno de seres civilizados fue contemplado por todo el que quiso verlo, incluyendo a la madre de Jesús, quien pudo ver la agonía de su propio hijo, y a muchos niños, a quienes se les quedó grabado de forma indeleble, y a fecha de hoy, ochenta años después, no pueden evitar las lágrimas al referirlo. Cuentan también cómo los verdugos daban puñetazos en la cabeza a Jesús, exigiéndole que gritara “viva España”; y que él, sin camisa y ensangrentado, murmuraba sin cesar: “ España impía; España asesina”.

Al llegar a la poza donde se suponía que había arrojado unas armas, pidió que lo dejaran tirarse. No sabía nadar y quizá quería morir de una vez; pero sus asesinos no le dieron la opción, y le ataron una cuerda a la cintura antes de tirarlo al agua. El cartel ignominioso quedó flotando en el agua. Las supuestas armas no aparecieron jamás. Jesús tenía una pistola, que entregó cuando fue detenido. De esa pistola no salió ni un solo tiro.

Lugar del río donde se buscó el supuesto arsenal.

Para justificar este aquelarre sangriento, los vecinos derechistas le acusaban de todo tipo de cosas: de tirar al río la imagen de la Virgen de la Guía, que había desaparecido de su hornacina; de haber facilitado la gasolina para quemar la casa de un vecino del pueblo…que después se aprovechó de esta acusación para arrebatar a la familia la gasolinera; de haber participado en la quema de iglesias en Barcelona… justificaban con mentiras un episodio que pasará a los anales de la locura homicida humana y de la crueldad más espantosa ejercida por una multitud contra un hombre indefenso.

Fue un linchamiento en toda regla.

La causa real es que Jesús de Diego era un hombre de ideas avanzadas y con muchas relaciones importantes. Había viajado; tenía formación; dominaba la lengua francesa; recibía prensa de todas partes y en su casa había cientos de libros y publicaciones (que su familia quemó en los hornos de la panadería: dos carretadas); y la propia Federica Montseny, famosa dirigente anarquista y después Ministra de Sanidad, acudió en tres ocasiones a Tudela, alojándose en casa de los de Diego, visitas de las que existen fotos y un testimonio escrito por la propia Montseny.

Octubre 1932 Federica Montseny en Tudela de Duero.
Segunda visita. Señalados Jesús de Diego y Federica Montseny.

Estas eran las razones por las que Jesús era considerado muy peligroso y por las que fue linchado.

Tras la escena del río, Jesús fue conducido de nuevo a los calabozos del Ayuntamiento, donde lo retuvieron una tarde y una noche. En la madrugada siguiente lo sacaron del edificio. Era el 21 de Agosto de 1936.

Hubo testigos presenciales, que contaron que cuando lo subieron a la camioneta estaba ya muerto. En el grupo que lo sacó del ayuntamiento y lo subió a la camioneta estaba una mujer tudelana perteneciente a Falange y temida por llevar encima y utilizar una pistola; un guardia civil del puesto de Tudela y dos o tres hombres más.
La camioneta salió del pueblo por el puente sobre el Duero.

Los mismos integrantes del grupo dijeron que habían dejado el cadáver en un pinar de las afueras de Tudela. Su cuñado Agapito Díez fue a recoger el cuerpo con un carro de mano. Al final del puente se encontró con un piquete armado que custodiaba una metralleta que se emplazó en el lugar el día 20 o 21. Le preguntaron a dónde iba, y él contestó que a recoger el cadáver de su cuñado, que había sido fusilado. Los del retén le increparon, diciendo que “habría muerto, pero que nadie lo había matado”. Los sublevados no querían asumir sus asesinatos en esos momentos inciertos. Por fin, y después de discutir, Luis pudo llegar hasta el cadáver y se lo llevó al cementerio de Tudela. Lo enterraron allí, cerca de la pared, a la izquierda de la entrada. Su madre le puso una lápida en forma de corazón con la leyenda “A mi Jesús”.

Tumba de Jesús de Diego. Cementerio de Tudela de Duero.

Muchos años más tarde, el enterrador se atrevió a contar algunos detalles acerca del caso, como que lo enterró sin caja; que iba envuelto en una manta y que “llevaba tal cantidad de hierro en el cuerpo, que pesaba de forma increíble; iba lleno de agujas, alfileres y clavos, de manera que pesaría más todo aquello que el propio cuerpo…”

Su mujer, Luz Araujo, con un niño de dos años y embarazada de siete meses, fue acosada, perseguida, insultada y atacada. Cada vez que caía una capital en manos de los nacionales, los falangistas la sacaban de casa y la obligaban a desfilar brazo en alto. La obligaron a bautizar a su hijo Helios, cambiándole el nombre por el de Ramón. Poco después de estos sucesos nació el segundo hijo de la pareja, un niño póstumo al que pusieron el mismo nombre que su padre.
Toda la familia de su marido la protegía y amparaba, y sobre todos ellos, María, su suegra, que quería a Luz como a una hija propia; pero no podían evitar el acoso, los insultos y los ataques a que los golpistas y muchos vecinos de la localidad la sometían.

Ese fue el motivo de su marcha del pueblo, agobiada por la presión que no cesaba y por el recuerdo de lo que aquel pueblo había hecho con su marido.
Luz Araujo ha sido una víctima propiciatoria, a la que los verdugos no dejaron en paz jamás; a pesar de salir del pueblo, intentaron destruir su nombre y su honor, malquistándola incluso con las generaciones más jóvenes por medio de habladurías y calumnias que intentaban justificar la saña con la que destruyeron su vida y la de sus dos hijos.

Helios y Jesús de Diego Araujo.

Poco tiempo después, las “nuevas autoridades” citaron a la madre de Jesús, María Delgado, y la obligaron a firmar unos documentos en los que renunciaba a la concesión de la gasolinera, que pasó a manos de una familia rival, la misma que en su día se la había disputado y que había llegado a acusar a Jesús de facilitar la gasolina con la que alguien intentó quemar la puerta de su casa. Esta grave acusación fue el origen de la agresión sufrida por Jesús cuando fue detenido, así como la base de la condena a muerte de Luciano Montalvillo, un joven tudelano que fue fusilado por estas acusaciones.

Durante los años del franquismo, las autoridades pusieron todas las dificultades que pudieron a los hijos y a la viuda de Jesús de Diego, llegando incluso a negarles documentos necesarios para realizar su vida normal. Esta persecución fue sañuda desde el Ayuntamiento de Tudela, cuyo secretario obstaculizó incluso la boda del menor de los hijos por el procedimiento de no entregarle la documentación; les negaron también los documentos del enterramiento de su padre, y así sucesivamente. Cuando esto ocurrió habían transcurrido más de 25 años del asesinato de Jesús, lo que indica que nadie, para bien o para mal, había olvidado lo sucedido.

Ya en la democracia, Helios de Diego pudo recuperar su auténtico nombre, el que sus padres habían elegido para él y que le fue arrebatado por los poderes fascistas, tal y como habían hecho con su padre, con sus bienes y con su futuro.

Jesús fotografiado por Alfonso en Madrid.
Fotografía de boda de Luz y Jesús de Diego.
 
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