Localizada la fosa de fugados de San Cristóbal
Es un artículo de Orosia Castán para Último Cero
22 de mayo de 1938-10 de abril de 2017: casi exactamente 79 años después, la voluntad, el tesón, la profesionalidad y la conciencia han dado con el lugar. El lugar misterioso donde los asesinos ocultaron la prueba de su crimen: los cuerpos de varios hombres, jóvenes casi todos, alguno de ellos saliendo todavía de la adolescencia; inocentes todos, pues eran presos políticos condenados por sus ideas; valientes, porque se atrevieron a desafiar las circunstancias adversas, a sabiendas de que tenían pocas bazas a favor… eran presos que se veían morir en las mazmorras del Fuerte de San Critóbal, un fortín militar aislado del mundo, encaramado sobre el monte Ezkaba, separado de la civilización por montañas escarpadas y valles profundos cubiertos de bosque.
Esta gran fuga, una epopeya digna de figurar en los anales de las fugas más famosas, tuvo lugar en el año 1938, en los montes de Pamplona; y sus protagonistas, 795 presos que ya no tenían nada que perder. El hambre, las enfermedades y los malos tratos los estaban diezmando; las pocas noticias que llegaban al penal no podían ser peores para su causa. Muchos de ellos habían sido condenados a reclusión total, a 30 años de prisión mayor, y en lo alto de aquel monte perdido, habían llegado a la conclusión de que jamás saldrían con vida de la prisión.
Esta aventura trágica fue minuciosamente documentada y publicada en su día por Félix Sierra Hoyos, profesor vallisoletano que dedicó varios años a la investigación de la fuga y que continúa divulgando los detalles de este hecho espectacular.
Hace muy poco, en noviembre del pasado año, Félix Sierra, Koldo Pla, profesor navarro perteneciente al Instituto de Ciencias Aranzadi, y la organización memorialista Verdad y Justicia de Valladolid, organizaban unas jornadas y una exposición dedicadas a mostrar a los vallisoletanos la Fuga con todo detalle. Tanto las conferencias como la exposición se desarrollaron en el Centro Cívico Esgueva, la antigua Cárcel Nueva, lugar escogido intencionadamente por ser la prisión de la que salieron muchos presos para cumplir su condena en el Fuerte de San Cristóbal, del que algunos de ellos no regresarían jamás.
Koldo Pla explicaba que en el trascurso de la fuga, 207 hombres fueron asesinados por fuerzas militares, falangistas, requetés y paisanos, vecinos de los pueblos de los alrededores, que salieron al monte con sus escopetas y sus perros como si fuesen a una partida de caza. Los supervivientes lo expresaban así: los habían “cazado como a conejos”. En el transcurso de las jornadas vallisoletanas, Pla explicaba que, pese a las investigaciones realizadas y la certeza de que los cuerpos de los asesinados estaban enterrados en la zona, la búsqueda del Equipo Aranzadi, con Francisco Echeverría a la cabeza, seguía siendo infructuosa. Las razones eran varias: lo escarpado del terreno, cubierto de bosque y maleza; la escasez de datos fiables, y por fin, la carencia de testigos dispuestos a señalar el lugar donde enterraron a las víctimas.
El hecho de que muchos de los asesinatos tuvieran lugar en las inmediaciones de los pueblos, a donde los fugados se dirigían para buscar comida y agua, hacía suponer a los profesores que las fosas comunes donde los enterraron estaban en sus proximidades; pero el hallazgo, en esas circunstancias, se presentaba tan improbable que casi todo el mundo dábamos las fosas por perdidas.
Se sabe que los fugados se dispersaron y lograron acercarse a varias localidades, donde unos serían detenidos y otros asesinados. Los pueblos, Gascue Odieta, Orrio, Olabe, Anzoaín, Loza o Berriozar, eran los lugares de búsqueda, donde a pesar de la escasez de expectativas, Aranzadi no ha dejado de trabajar.
79 años es toda una vida, concretamente la vida de los familiares de aquellos jóvenes tragados por los bosques navarros, a los que primero no pudieron buscar y años después, muerto el dictador, no pudieron encontrar.
Los autores de la masacre jamás desvelaron el paradero de sus víctimas, pero tras ocho décadas, un testigo ha decidido hablar…y ha llevado a los investigadores hasta la fosa.
El testigo, un hombre muy anciano, ha hecho un servicio de incalculable importancia: su información ha permitido localizar y rescatar los restos de aquellas víctimas desaparecidas, acabando así con la desazón de decenas de familias que jamás olvidaron a los suyos.
Ayer, en Burutain, se localizó por fin la fosa y comenzaron los trabajos de exhumación de los cuerpos. Francisco Echeverría y su equipo, que ya entre 2007 y 2010 rescataron e identificaron a los 131 presos enterrados en el Cementerio de la Botellas, en las laderas del monte Ezkabe, garantizan el trabajo. Es posible que pronto podamos conocer la identidad de los allí enterrados, y es posible que por fin llegue la paz para algunas de las familias de los asesinados.
Extraño país el nuestro; inhumano en muchas ocasiones. La dictadura prohibía hablar de la Fuga de San Cristóbal, y la democracia, sin prohibiciones, la sumió en el olvido. La tremenda peripecia sufrida por aquellos valientes ha llegado a conocerse gracias a la sociedad civil: a profesores que han querido involucrarse; a investigadores pundonorosos; a los familiares que jamás se resignaron…. Todos trabajando a espaldas del estado e incluso a veces, enfrentados a él.
La Fuga de San Cristóbal no acabó en 1938, y sigue siendo un tema actual. La dejadez del estado para con las víctimas, la ocultación de la verdad, y la negativa a hacerse cargo de las tareas que le corresponden (Verdad, Justicia y Reparación), provoca y seguirá provocando que los hechos ocurridos hace ochenta años, toda una vida, sigan siendo hoy noticia de primera plana, lo que provoca, además de incomprensión, vergüenza e incredulidad. Es necesario afrontar los crímenes franquistas de una vez para siempre mediante la redacción de una nueva ley, clara, desarrollada y con voluntad decidida para resolver lo que hace ya tantísimos años debería haberse resuelto.