De Los Luminosos Días Oscuros
Juan Carlos Valle "Karlotti"
Viajero y poeta, su figura ocupa un lugar preeminente en el panorama literario vallisoletano, donde siempre está presente aunque resida en su Galicia natal.
Su creatividad se materializa en forma de poema y se revela a los lectores a través de su colaboración en la mayor parte de las iniciativas literarias que han aparecido en nuestra ciudad y con las que muchos vallisoletanos han nacido a la literatura más vanguardista:
Hebe, Pavos Reales, Haz y Envés, Pliegos de Cordel Vallisoletanos, Cuadernos Leoneses de Poesía, Un Ángel Más, El Signo del Gorrión, Barrio de Maravillas…, además de varias antologías y libros propios: Todos de Etiqueta, Esto Era y no Era, Un Golpe de Dados, Los Infolios, Todos los Jueves Salvo la Luna.
Esta vez Karlotti recuerda aquellos días, luminosos o no, en los que toda una generación vallisoletana despertaba, junto con el país entero, a una nueva etapa, en la que todos pusieron sus esperanzas y alguno llegó a dejar su vida.
Damos la bienvenida a nuestro nuevo colaborador, del que presentamos el artículo titulado “De Los Luminosos Días Oscuros”
De Los Luminosos Días Oscuros
Por Juan Carlos Valle "Karlotti"
En cuanto alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía puede dominarle. Mahatma Gandhi.
Después de treinta años, hablar de la transición se ha convertido en un deber. El silencio fue el secuestro del dolor y el sacrificio de muchos. No importa si, ahora aún a tiempo, ponemos el recuerdo, no sólo de la guerra y de la posguerra, sino el de aquellos años en los cuales los que habíamos nacido después de terminada la guerra, un decir, sin el peso del silencio terrible que atenazaba a los supervivientes, a los vencidos, nos atenazase y nos impidiese tomar parte en la lucha contra el franquismo totalmente consolidado en los años sesenta. Desaparecidos los últimos focos de resistencia armada, con la certeza de que se abría un tiempo en el que Franco y los que le apoyaron de una u otra forma, habían impuesto a una sociedad enmudecida las pautas políticas, culturales y económicas del nacional catolicismo, sólo cabía plegarse a los designios del régimen u organizar y comprometerse con una lucha larga contra el régimen en todos los terrenos.
En aquellos años sesenta, hacia el final de la década, muchos jóvenes vimos con claridad la necesidad y la posibilidad de acabar con aquel estado de cosas.
1974, enero. León. Casi siempre enamorado. Las Navidades las había pasado en el Alto Bierzo. En Berlanga, Fabero... Ella visitaba a sus padres por esas fechas. Todos los taxis eran Dodges Dart en la cuenca minera. Y ella era de una transparencia cálida. Y paseábamos sobre aquellos días nevados en los enormes Dodges, festejando la limpieza del frío y nuestro amor ardiente, sin fin. Sin consumación, eterno.
Sólo unas semanas antes habían volado a Carrero Blanco, y a ello le siguió una represión brutal. Hilvanábamos los sueños con la pesadilla, y la clandestinidad a la que nos sometíamos no impedía proclamar, y celebrar a la luz del día, con la seriedad de la inocencia, el amor y la amistad. Vivíamos embriagados por la lucha y la esperanza. Y la "inconsciencia" indoblegable de estar vivos. Aprendíamos a ser libres.
Regreso a León, a donde había ido, protegiéndome de una situación insoportable, perseguidos y golpeados por la temida y sórdida Brigada Político Social, en Valladolid, como consecuencia de las actividades llevadas a cabo, no las mías, que eran limitadas, sino por las de toda una minoría cada vez más amplia y activa.
Aquel enero jamás lo olvidaré. La noticia de las detenciones en Valladolid se confirmaba. Detención y tortura. A La mañana siguiente era un hecho: el diario "Informaciones" daba la noticia. Un estudiante se había arrojado de la tercera planta de la Comisaría. A las horas, sabíamos quien había sido el "arrojado" por la ventana mientras estaba sometido a interrogatorios bajo tortura. José Luis Cancho, amigo y militante del PCE (i). Al día siguiente nos declarábamos en huelga, en asamblea, la Escuela de Magisterio. La primera huelga de esas características en León. Horas después sería cerrada la Escuela. Y durante unas horas llevamos a cabo una ocupación de la misma, bajo la amenaza de intervención de la Policía Antidisturbios. En su interior, y respondiendo a la convocatoria de apoyo a la huelga y en protesta por los sucesos de Valladolid. Se convoca un encierro, en el transcurso del cual se organiza una asamblea-conferencia sobre el PODER NEGRO en los USA, y en concreto sobre los PANTERAS NEGRAS y su estrecha relación con la música, con el Blues y el Jazz. Audición de discos de Jazz, un tesoro valiosísimo en aquellos días. Los amigos los habían traído en sus viajes a Suiza durante los veranos. Ellos se confirmarían como excelentes músicos, y se abría una relación, que duraría hasta hoy, entre música y poesía, entre los amigos de León y de Valladolid.
Seríamos detenidos. El Gobernador civil haría llegar al profesorado de Magisterio mi condición de agitador profesional pagado por China. Ridículo. Los delegados de curso serían amenazados con represalias si continuaban prestándome su confianza. Y por primera vez y última, me veo obligado a declararme poeta, como profesión, ante la amenaza de ser imputado por la ley de VAGOS Y MALEANTES.
Cuento esta anécdota para destacar la complejidad de aquellos tiempos, su riqueza, muy lejos de la visión sórdida y oscura, asfixiante que de ella han hecho muchos que esperarían a los 80 para incorporarse a lo político, y ya como una forma de hacer carrera, precisamente cuando muchísimos más que estuvimos implicados radicalmente contra la dictadura nos habíamos ido despegando de lo que, con mayor frecuencia, era una caricatura de lo que habíamos soñado.
Años 1979—1981. VALLADOLID
Tres años después de la muerte del Dictador, la izquierda seguía teniendo un empuje y una fuerza que nadie pone en duda. Sin el peso de la clandestinidad y con la libertad, su ejercicio, como intrínseca propiedad de la persona, perfectamente engrasada, y la libertad de expresión política e ideológica ejercitándose mas allá del aval de las leyes, la amnistía como conquista, las calles eran tomadas día a día por una juventud concienciada, ansiosa ante un panorama de cambios cada vez más claro, aunque también encogido en los procesos de negociación, procesos que poco a poco iban quedando en manos de unas élites que al final, desde inicio de la gobernación democrática del país, serían las únicas que pactarían, a través de un consenso en el que no tendrían cabida exigencias fundamentales de una gran parte de los sectores populares comprometidos con el derrocamiento de la Dictadura y conformarían la tan santificada Transición, aparcando definitivamente la deseada Ruptura democrática.
6 de enero de 1981. Valladolid. La táctica que seguían los grupos fascistas, nucleados por Fuerza Nueva, la CEDADE, Guerrilleros de Cristo Rey, etc., alcanza su punto álgido. Desde el 77 sus acciones terroristas de baja intensidad se habían ido incrementando, paralelamente a la desaparición de la escena de la BPS (Brigada Político Social), y con el apoyo de los elementos que formaban parte de este cuerpo puramente represivo, someten las calles de muchas ciudades de España a una violencia dirigida a fragmentar y debilitar las manifestaciones creativas, ciudadanas, sociales que con una fertilidad sin parangón se multiplicaban por doquier. Abríamos bares a la medida de los sueños que habíamos incubado y planeado, lugares comunes donde se expresaban las ganas de vivir en una creatividad desbordante, la música, el teatro y la poesía eran los expansivos territorios, que habiendo estado presentes en los años oscuros, ahora brillaban con un tono de rebeldía inolvidable.
Ese 6 de enero, al atardecer, El Cafetín, El Largo Adiós, se encontraba entreabriéndose como los pocos clientes en esos momentos lo ocupaban. Cuatro disparos desde la calle marcan ese día para siempre. Jorge recibe un disparo por la espalda que le alcanza la columna vertebral, los otros tres quedan empotrados, testimonio visible hoy día, en las paredes y el techo. El Cafetín (antes cócteles molotov, asaltos con destrucción del mobiliario, palizas...), el asalto a la facultad de derecho, la sede del MCE asaltada, quemada y como consecuencia un matrimonio muerto en el incendio. El Ayuntamiento, y locales de fuerzas de izquierdas, etc., en un progresión que llego hacer de Valladolid un referente. Para la extrema derecha siempre lo fue. Es una ciudad de las que ellos consideran Zona Nacional.
Ante los hechos, y sin poder contar lo mas mínimo con las fuerzas policiales, se convoca La Asamblea Popular Antifascista por dos veces. A ella asisten todas las fuerzas de izquierdas, políticas y sociales, de la ciudad. De ahí saldrían dos comunicados contundentes que abrieron paso a una situación nueva, dando paso progresivamente a la desaparición de los elementos fascistas de la vida pública. Hubo decisiones y medidas que no vienen al caso detallar ahora. Pero así fueron las cosas.
Hoy en día, si algunos viven, los protagonistas, funcionarios del franquismo, gobernadores civiles etc., siguen con sus jubilaciones y sin haber ido jamás a juicio.
¿Cómo se puede llegar hasta hoy, desconociendo lo que aquellos años, junto a los terribles de la posguerra, guardan?
¿No es ese silencio el que permite hoy día estas formas de hacer política, esta mezquindad que muchos parlamentarios exhiben?
Nosotros mismos, aún tocados por vicios de ausencia de modos y maneras de compartir la vida, somos responsables de esta colonización del olvido, haciendo del mismo una enorme fosa común, diezmados por la corrupción que nos hacen ver como inevitable, y que tan firmemente prende en los años sesenta, sobre todo en el terreno del urbanismo, de la construcción, la especulación sin limites del suelo público... Un criminal abandono del campo en aras de una industrialización caprichosa y pazguata, lista para ser inmolada años más tarde en una reconversión brutal sin contrapartidas, cuyo coste pagaron ciudades enteras, que aún hoy siguen quebrantadas. El enriquecimiento rápido sin contrapartida alguna que haría posible fraguar, brutalmente, esta situación de colapso total en la que estamos sumidos. ¿No es ese silencio el que paraliza a un pueblo en su ejercicio de control sobre sus representantes, el que lastra la participación activa en los asuntos que nos atañen? ¿No es este olvido programado el que hace posible que nos presenten como inevitable cada decisión que toman, decisiones absolutamente contrarias a los intereses de la gran mayoría y que hacen del sentido común un pensamiento subversivo?
Recordar el pasado inmediato, saber de dónde venimos, es afianzarnos en la certeza de que las cosas se pueden cambiar, de que otro mundo es posible.