Consuelo Ríos
Dejó un niño huérfano de diez años. Su cuerpo no apareció jamás.
Asturiana de nacimiento, Consuelo formaba parte de un grupo de canteros que iban por los pueblos de Valladolid trabajando en las obras públicas. Este grupo estaba formado por varias familias emparentadas entre sí, y su especialidad eran las fuentes.
Consuelo estaba casada y tenía un niño de pocos años cuando el grupo acometió unas obras en Castronuño. Allí residieron durante casi un año, tiempo durante el que consolidaron amistades y compartieron los problemas de aquella localidad.
Los asturianos estaban muy concienciados, les gustaba leer y comentar la prensa con los vecinos, y demostraron ante los demás trabajadores su madurez política y su posición reivindicativa.
Consuelo perdió a su compañero en un accidente laboral poco antes de instalarse en Villabáñez, a donde el grupo llegó para hacerse cargo de unas obras, y cuando éstas quedaron acabadas, ella se quedó en el pueblo.
Mujer clara y vehemente, era además joven y guapa, por lo que se hacía notar y era conocida en toda la zona.
En julio de 1936, Consuelo fue detenida por guardias civiles procedentes del puesto de Tudela. Conducida a una zona boscosa, cerca de unas minas de yeso, Consuelo fue asesinada. Su último gesto, según contaban sus ejecutores tiempo después, fue arrojarles a los asesinos unas perras que llevaba en el bolsillo de su bata “para que os acabéis de emborrachar”.