Miércoles, 9 de octubre de 2024|

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Cárcel Nueva

La cárcel nueva, inaugurada por la República en junio de 1935, se convirtió paradójicamente en el destino final de muchos de sus dirigentes. Cuando se produjo el golpe de estado, la mayoría de los reclusos que había en esta cárcel eran presos políticos. El nuevo Gobernador Civil, Luis Lavín, recién llegado de Zamora, había intentado por todos los medios acabar con la espiral de violencia que la Falange estaba desatando en las calles vallisoletanas. Esa fue la razon de las detenciones de jóvenes falangistas, entre los que se encontraba el propio Onésimo Redondo.

Cárcel nueva

Desde el mismo 18 de julio, las detenciones efectuadas por los golpistas fueron masivas. La más significativa, desde luego, fue la realizada en la Casa del Pueblo, donde más de 500 personas, hombres, mujeres, niños y ancianos, esperaban el desenlace de lo que parecía ser una intentona golpista más, parecida a la sanjurjada que ya habían vivido.
Sin embargo, todos ellos fueron desalojados de la Casa del Pueblo en la mañana del domingo 19 de julio, y la mayoría ingresó en las cárceles de Valladolid. Muy pronto la Cárcel Nueva se llenó hasta niveles imposibles, llegando los detenidos a dormir en el patio, al aire libre; pero los detenidos seguían llegando sin parar, desde la capital y los pueblos de la provincia, y a pesar de la cantidad de presos que fueron asesinados en los primeros días, pronto se vio la necesidad de volver a ocupar la Cárcel Vieja, vacía desde hacía más de un año.

En la cárcel nueva estuvieron recluidas, sobre todo, las personas sometidas a juicio. De sus celdas partían para otras prisiones a cumplir las penas impuestas, o hacia el paredón. Algunos de los juicios se celebraron aquí, como la causa 102/36, seguida a “448 paisanos”, los detenidos en la Casa del Pueblo.

Los familiares, enterados de la fecha en que se iba a juzgar a los detenidos, les intentaban hacer llegar ropas decentes para que se presentaran ante el Tribunal, y se apostaban en las cercanías del edificio, por si podían ver a los detenidos. Pero los juicios fueron simulacros en los que los juzgados eran acusados de “rebelión militar” por los mismos que se habían sublevado, y no tenían posibilidad de defenderse.

La capilla (celdas destinadas a los que iban a morir) estaba ubicada en las celdas 11, 12 y 13. Allí pasaron sus últimos momentos los condenados a muerte, casi 400 personas de todo tipo: el alcalde electo, Sr. García de Quintana, el diputado Federico Landrove López, concejales, abogados, comerciantes, profesores, estudiantes, obreros, carpinteros, personas de todo oficio y condición; también, aunque escasas, hubo mujeres, porque los golpistas, machistas e hipócritas, prefirieron casi siempre asesinarlas de manera ilegal y hacerlas desaparecer.

TESTIMONIO DE ANGEL GALVAN

Detenido a los 16 años. Condenado a muerte, pena que le fue conmutada por ser menor de edad.

En la cárcel tuvo ocasión de ver a muchos compañeros y conocidos. Tuvo la desgracia de que su celda estaba justo frente a la celda nº 12, la capilla, donde pasaban sus últimas horas los condenados a muerte. Se oía todo, y también podían ver algo. La experiencia fue demoledora; recuerda todas aquellas noches, lo que se hablaba, cómo reaccionaban unos y otros, los intentos de los curas para obligar a los penados a recibir unos sacramentos en los que no creían; las visitas de los familiares, los gritos, la desesperación... “Aprendí que se puede morir de muchas maneras…”

Los presos menores eran 40 y estaban separados de los demás. Había un cura que estaba continuamente encima de los menores. Iba contando que “se había escapado de Madrid”, y era el que intentaba adoctrinarlos. En Semana Santa les dijo que salieran a la puerta de la calle y pidieran perdón, pero todos se negaron. Ángel se enfrentó a él: “¿no vas a salir a pedir perdón? No tengo porqué. Usted tiene que pedirme perdón a mí” . A la noche le metieron en la celda de castigo. Era martes y los miércoles era cuando recibían visitas; y a su madre, que iba a visitarle, en lugar de decirle la verdad, que estaba en la celda de castigo y que no le permitían visitarlo, le dijeron que “no estaba”. Esto siempre significaba la muerte. Su madre cayó al suelo, inconsciente, y tardó en recuperarse.

Los presos comunes tenían muchos privilegios, porque controlaban las visitas, recogían los paquetes, llevaban el economato, etc.. Tenían preferencia para todo.

En la celda de castigo estaba con una venda en los ojos y respiraba por un tubo. Estuvo 15 días, lo máximo estipulado, gracias a aquel cura.

La Cárcel Nueva continuó funcionando como prisión hasta la llegada de la democracia. Hoy en día funciona como Casa de Cultura del barrio de la Rondilla. Está en pie, denunciando con su presencia las atrocidades cometidas y homenajeando con su mera presencia la memoria de todos aquellos ciudadanos sometidos por la barbarie y la arbitrariedad.

ANGEL GALVAN Cárcel Nueva
 
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