En fechas próximas al 18 de Julio, Mauro fue detenido en la calle cuando regresaba de su trabajo; iba vestido con un mono azul. Los autores fueron unos falangistas encabezados por un amigo del detenido, Mariano Calderón, quien más tarde fue alcalde de Peñafiel. Esta circunstancia hizo que Mauro fuese con ellos confiadamente. Fue trasladado en el Castillo de Peñafiel, que resultó ser el lugar de detención de gran cantidad de personas de toda la comarca.

Entre estas personas estaba el propio suegro del detenido, Eusebio Curiel Andrés, de más de 60 años, así como su cuñado, Benjamín López, cartero de la localidad. Estos dos últimos fueron puestos en libertad más adelante. De la misma familia también fue represaliada la hermana de Eusebio, Candelas Curiel Andrés, que fue juzgada y condenada a 20 años de prisión, de los que cumplió 9 en Madrid y Saturrarán (Guipúzcoa), siendo su marido bárbaramente torturado. También una hija de Eusebio fue rapada al cero.

El día 6 de Agosto Carmen Curiel, su esposa, no pudo ir a verle, y en su lugar subieron al Castillo las tías y la abuela; el abuelo les contó que habían llevado a Mauro y otros a Valladolid, a juzgarle, pero la realidad fue que les mataron en el trayecto, y hubo un testigo presencial, un guarda de campo, que fue quien lo contó en el pueblo.

Declaró que, estando en el campo haciendo su trabajo, en una zona próxima al río Duero entre Quintanilla de Arriba y Quintanilla de Abajo, vio llegar una camioneta, de la que unas personas (sin precisar si eran de Falange o no), obligaron a bajar a un grupo de personas de Peñafiel que él identificó por conocerlas ; que los pusieron a todos en fila junto a un árbol muy grande que allí había, y que les dispararon; que después les pusieron paja por encima y les prendieron fuego. Que Mauro se había desmayado, por lo que lo mataron en el suelo, así que no había sufrido.

El Guarda hablaba de siete u ocho personas, sin poder precisar quién más estaba en el grupo.

La mujer de Mauro fue avisada de que corría peligro, pues estaba en una lista; se trasladó a Valladolid, a esconderse en casa de unos parientes, llevándose a su hijo menor, de año y medio; tuvo que dejar a su hija Carmen, de cuatro años, con la abuela.

Aprovechando esta ausencia, la familia fue despojada de todo: les quitaron la casa, el coche, todo. Lo mismo ocurrió en casa del abuelo, de donde llegaron a robar una cartilla del Banco de España.

El abuelo, Eusebio, fue puesto en libertad; le imponían multas sucesivas de diez mil pesetas, hasta que se arruinó completamente. Tanto él como su yerno salieron de la cárcel en muy mal estado; nunca se recuperaron de aquello y el abuelo murió pronto.

La familia se instaló en Valladolid, y la viuda fue saliendo adelante tomando pupilos; crió sola a sus dos hijos y a su sobrina de diez años, cuyos padres estuvieron encarcelados casi diez años.

En el año 1.939 la viuda solicitó un Acta de Defunción de su marido, que le fue concedida. El cuerpo de Mauro jamás fue recuperado.